sábado, 8 de agosto de 2009

Perspectiva


Bueno… en primer lugar, quiero disculparme con todos por no haber escrito en ¡MUY BUEN TIEMPO! Si… se que había prometido escribir seguido pero, empezó la universidad y, entre las clases y pequeño vicio (maldito Word of Warcraft…), no tuve mucho tiempo para escribir en el blog así que les pido mis mas sinceras disculpas.

Bueno, en este post quiero contar dos pequeñas historias que tal vez ,al momento de leer, no tengan sentido… pero… bueno… ya sabrán de que se trata.

Saemi (si, ese es un nombre… y de chica por si acaso…) es una mujer como cualquier otra: tiene un trabajo estable, un esposo que la quiere mucho y dos hijos modelo que harían a cualquier madre sentirse orgullosa. Un día, Saemi estaba llevando a sus hijos al colegio cuando, de la nada, se le atraviesa un carro. Ella hizo todo lo posible de esquivarlo, pero no pudo. El choque tremendo.

Saemi despertó en el hospital. Estaba cansada y no recordaba nada. A su lado se encontraba su esposo, con la cabeza agachada. Este se acercó a ella y le contó todo lo que había pasado. Afortunadamente los chicos se encontraban en buen estado. En ese momento Saemi trató de levantarse para poder ver a sus hijos. Fue en ese instante que se dio cuenta. Las lágrimas empezaron a llenar su rostro. Sentía que su mundo se había derrumbado. Su esposo trató de consolarla pero ya era demasiado tarde. Ya nada se podía hacer. Saemi había perdido sus piernas.

Desde ese momento todo fue diferente. Saemi ya no tenía la misma sonrisa de antes. Había perdido su trabajo y ya no podía jugar con sus hijos como lo hacía antes, mucho menos llevarlos al colegio. Todo por culpa de un conductor que no respetó la luz roja. Todo por un descuido ajeno. Por suerte el conductor fue detenido y mandado a la cárcel sin piedad, pero, ¿acaso eso iba a devolverle sus piernas a Saemi? ¿O iba a devolverle el tiempo perdido con sus hijos? ¿Borraría eso todos los momentos tristes vividos? Por supuesto que no.
Con eso concluyo la primera historia. Seguro que están pensando “que injusto es que haya perdido sus piernas por culpa de un conductor irresponsable”, “Ese conductor es un #”$%(=*#& y debería irse a la &%@)%#+$/& ” o “espero que esté en la cárcel de por vida”. Dudo que alguien piense “que bien hizo el chofer” o al menos, no la mayoría. Con esta historia en mente paso a contar la segunda.
Esta es la historia de Hilary. Hilary era una madre soltera que trabajaba día y noche, sin descanso alguno, con el solo fin de poder alimentar y darle una educación respetable a su único hijo. Un día, regresando del trabajo, vio que su hijo no se encontraba jugando como lo hacia habitualmente. Lo busco por toda la casa y lo encontró en su cuarto, echado en su cama.
-¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?
-Me siento débil, sin ganas de hacer nada
Hilary decide llevar al hospital a su hijo, solo para descartar una posible enfermedad. Ya dentro, el doctor le dice que su hijo posee una rara enfermedad que no es muy frecuente, pero si muy peligrosa. También le comenta que no hay ningún lugar en el país que cuente con la tecnología necesaria para poder tratar la enfermedad. Hilary entró en pánico debido a que no contaba con el dinero suficiente para pagar un viaje al extranjero, pero no se iba a rendir así de fácil. Junto todos sus ahorros e hizo una campaña para poder tener lo necesario para pagar el viaje y parte del tratamiento. Unas cuentas semanas después, Hilary recibió la llamada de un señor que, al ver todo el esfuerzo que realizaba esta, decidió ayudarla en su causa. Esto hizo que Hilary sonriera después de mucho tiempo. Hilary estaba feliz. Su hijo todavía tenia esperanza se seguir viviendo.

Eran exactamente las 7:30am cuando Hilary abrió los ojos. ¡Ahhhh! Grito. Tenia que encontrarse con el señor a las 8:00am y en carro, se demoraría al menos una hora en llegar. Si no se apuraba, tal vez la única esperanza de que su hijo se curara se esfumaría. Se arregló en un instante y dejó a su hijo al cuidado de la vecina, cuya amistad revocaba de ya muchos años.

Ya eran las 8:00am y todavía estaba a unos 15 minutos de distancia. Hilary estaba al frente de un semáforo. Detenida. Si se apuraba tal vez todavía podría encontrar al hombre que lo iba a ayudar. No podía arriesgarse a perder a su hijo. No después de haber perdido a sus padres hace poco. No cuando era lo único que le quedaba. No cuando era lo que más amaba en su vida. Sin él, su vida no tendría sentido. Miro a ambos lados. Al parecer era la única que estaba en ese cruce. Aceleró y, antes de que pudiera darse cuenta, ya se encontraba en el hospital. Al momento de desperar fue detenida y encarcelada. Había causado un choque que dejó heridos a dos menores y le había quitado las piernas a una mujer. Hilary nunca volvió a ver a su hijo. Nunca supo si este logró sobrevivir.
¿Fue justo que se encarcelara a Hilary? ¿Debió Saemi retirar los cargos y perdonar a Hilary? Lo único que quería era poder crear un futuro para su hijo, que pueda vivir, que vuelva a mostrar una sonrisa. Muchas veces juzgamos a las personas por lo que hacen, sin saber que hay toda una razón por detrás. Con esto no quiero decir que estuvo bien que Hilary se pasara la luz roja, sino que lo hizo por un motivo, el de salvar la vida de su hijo.

Todos los días vemos en los noticieros muertes, asesinatos, robos y pensamos: “¡Cómo puede existir gente así”, pero lo que vemos solo una parte de la historia. Casi nunca se muestra el otro lado. ¿Cuántas veces hemos obrado pensando que hacemos un bien a uno, sin darnos cuenta que herimos a otros? ¿Cuántas veces hemos actuado por desesperación? ¿Qué no haría uno por salvar la vida de un ser querido? No juzguemos a los demás. No nos aventemos a culpar a los demás sin saber lo que realmente esta pasando. No reaccionemos sin saber la verdad. Veamos la imagen completa. No olvidemos que no existe acto sin una razón alguna. “Mucha gente piensa que piensa, cuando no hace más que recordar sus prejuicios.” William Jame. “Nadie puede censurar o condenar a otro, porque nadie conoce perfectamente al otro.” Sir Thomas Browne

jueves, 22 de enero de 2009

La felicidad a un paso de distancia


Hace unos días atrás, estaba pensando en que escribir en mi 4to post. Pasaban las horas… los días… y no se me ocurría nada… Entonces, de la nada, me acordé de un correo que recibí ya hace unos cuantos años. La verdad no se porque se me vino a la mente. Tal vez porque me gustó mucho el mensaje que tenía por detrás. Se trataba de una pequeña historia acerca de un pescador y un empresario. Sin más preámbulos, aquí les presento el relato.
HISTORIA DE UN PESCADOR

Un banquero americano estaba en el muelle de un pueblito caribeño, cuando
llegó un botecito con un solo pescador.

Dentro del bote había varios atunes amarillos de buen tamaño.

El americano elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó cuánto tiempo le había tomado pescarlos.

El pescador respondió que sólo un rato.

El americano le preguntó que por qué no permanecía más tiempo y sacaba más pescado.

El pescador dijo que él tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia.

El americano le preguntó qué hacía con el resto de su tiempo.

El pescador dijo:

"Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, hago siesta con mi señora, caigo todas las noches al pueblo donde tomo vino y toco guitarra con mis amigos. Tengo una vida agradable y ocupada."

El americano replicó:

"Soy de Harvard y podría ayudarte".

Deberías gastar más tiempo en la pesca y, con los ingresos, comprar un bote más grande y, con los ingresos del bote más grande, podrías comprar varios botes; eventualmente tendría una flota de botes pesqueros.

En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías hacer directamente a un procesador y, eventualmente, abrir tu propia procesadora. Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este pueblo e irte a la Capital, donde manejarías tu empresa en expansión".

El pescador le preguntó:

"¿Pero cuánto tiempo tardaría todo eso....?".

A lo cual respondió el americano:

-"Entre 15 y 20 años".

"¿Y luego qué?", preguntó el pescador.

El americano se rió y dijo que esa era la mejor parte.

"Cuando llegue la hora deberías vender las acciones de tu empresa al público. ¡¡¡Te volverás rico....tendrás millones!!!"

"¿Millones....y luego qué?".

"Luego te puedes retirar. Te mudas a un pueblito en la costa donde puedes dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, hacer siesta con tu mujer, caer todas las noches al pueblo donde tomas vino y tocar guitarra con tus amigos".

Y el pescador respondió:

"¿¿¿Y acaso eso no es lo que ya tengo???".
Muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos. Desperdiciamos muestras vidas cegados por la obsesión de conseguir algo, sin darnos cuenta que ese algo siempre ha estado frente a nosotros. Cuantas veces hemos dicho, Cambiaría todo lo que tengo por ser como él/ella… Cuánto daría por tener todo eso… Contemos todas las veces que hemos pensado que lo que tenemos no basta, que necesitamos más… ¿Bastantes, no? Envidiamos lo que tienen los demás y despreciamos todo lo que tenemos. Al parecer, nunca es suficiente.

No se si habrán tenido alguna vez la oportunidad de ir a uno de esos pueblos jóvenes o asentamientos humanos. Cuando estuve en el colegio, tuve la oportunidad de ir a uno de estos pueblitos. El ambiente es definitivamente diferente al de la ciudad. Los niños juegan en las calles sin temor a nada, la gente se saluda al pasar, todo el mundo se conoce. Hay risas por todos lados.

Entonces yo me pregunto ¿Cómo es posible que, teniendo tan poco, puedan brindar una sonrisa tan alegre y cariñosa? Está por demás decir que ellos no tienen el carro que siempre quisimos o la enorme casa por la que siempre hemos anhelado. Sin embargo, este mismo hecho es el que les ha logrado que valoren cada cosa que tienen, por mas pequeña que sea. Por mas insignificante que parezca. Se tiene el uno al otro. Se ayudan mutuamente. El que tiene algo, lo comparte; el que sabe algo, se lo enseña a los demás. Con eso les basta y les sobra.

La felicidad que siempre hemos deseado esta al frente de nosotros. Abramos los ojos a lo que tenemos. No nos encerremos tratando de obtener cosas que tal vez no valgan la pena. Valoremos todo lo que poseemos. El cariño de nuestra familia, la ayuda de nuestros amigos, el amor de la gente que nos rodea, el tiempo que pasamos con nuestro seres queridos. "Si lloras por haber perdido el Sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas." Rabindranath Tagore